jueves, 2 de junio de 2011

Un alma para dos.

Bueno esto es una historia de la cual me siento bastante orgullosa que forme parte de mis recuerdos y de mi y quisiera compartirla con todos porque aunque no este bien escrita porque yo no sé escribir muy bien lo he hecho  con todo mi corazón.



Ana era una chica normalita, de 17 años. No era muy alta y esvelta, pero era muy guapa, de cabello castaño y ojos marrones claros. Ella no era un chica que con su físico se ganara a todos los chicos que quería, pero era una gran persona, con un corazón que no le cabe en el pecho. Siempre se estaba preocupando por sus amigos y amigas y si podía ayudar con lo poco que tenía pues lo hacia, no se lo pensaba dos veces. 
Un viernes por la tarde, algo caluroso, le suene su teléfono, era su mejor amigoSergio. Él era como su hermano mayor, el que nunca había tenido, aunque tenía siete hermanos pero eso es un tema aparte. 
Sergio le pidió, le suplicó que lo acompañase a un partido que tenía el sábado por la mañana que le hacia mucha ilusión que ella estuviese ahí. También que era un partido muy difícil para él ya que era el Tegueste contra Sobradillo y se jugaban el descenso en ese partido y ella le daba toda esa fuerza que necesitaba para salir a jugar. Ana no estaba muy convencida pero como no tenía nada mejor que hacer, además iba a ver un partido de fútbol, deporte que le encantaba y también a su mejor amigo. Al final, aceptó la invitación de Sergio y quedaron al día siguiente para que él la pasara a buscar. 
Llegó el sábado por la mañana, muy temprano para Ana, eran las nueve de la mañana y se disponía a prepararse. No tenía pensado arreglarse demasiado ya que era un partido de fútbol, así que se puso sus vaqueros de siempre, una camiseta violeta, su color favorito, y el pelo como lo llevaba siempre, suelto y con un tupé. 
A la media hora después, Sergio ya estaba llamandola para ver si ya había terminado de vestirse y ella le dijo que sí que pasara ya a buscarla. No tardó mucho, unos diez minutos en llegar. Ana cogió su bolso y le dijo a su abuela que se iba a ver un partido de fútbol que venía despues de comer y ella le dijo que tuviera cuidado y que no llegara tarde. 
Estaban ya en el campo Valeriana, Ana estaba un poco perdida y se sentía algo fuera de lugar ya que no conocía a nadie solo a su mejor amigo.
Sergio tenía que entrar a los vestuarios para cambiarse y escuchar las últimas indicaciones del entrenador antes del partido. No iba a dejar a su mejor amiga allí sola, entonces, se la llevo para los vestuarios. Ana le dijo repetidas veces que no, que le daba muchísima vergüenza, que no se atrevía pero Sergio era un cabezota y prácticamente la obligó a entrar, le pidió permiso a su entrenador y el accedió a que ella estuviera allí. Ana se sentó en un lado del vestuario, muy avergonzada, con la cabeza gacha, sin mirar a nadie ya que todos estaban cambiadonse para el partido y estaban en ropa interior. 
Se acercó un chico alto, moreno, muy guapo y con una sonrisa espléndida. Ana cuando lo miró pensó que era la sonrisa más hermosa que había visto nunca. Él le dijo que si le podía dar su mochila que estaba sentada al lado de ella, para poder guardar la ropa que se había quitado. Ella enseguida le dijo que lo sentía, que no se había dado cuenta y se la dio. Sergio estaba en un segundo plano de esta conversación pero estaba muy pendiente de como se comportaba su amiga porque la conocía bastante bien y sabía que le había gustado este chico, por la forma en que lo miraba.
El entrenador, un hombre bastante rudo, con una mirada penetrante, algo canoso por la edad se dispuso a que sus chicos, como él los llamaba, se concentraran para salir al césped a que lo dieran todo y más.
Ana se sentó en el banquillo, a petición del entrenador y justo al lado del chico de antes, el de la mochila, que no paraba de mirarla desde aquel encontronazo en el vestuario. 
Sergio marcó un gol y enseguida se dirigió a su mejor amiga y se lo dedicó. 
Este chico, del que desconocía su nombre todavía, la miró le puso su mejor sonrisa y le dijo que su novio era muy bueno. Ella se quedó petrificada, no sabía que contestarle. Al final pudo sacar algunas palabras de su boca: 
             - ¿ Mi novio ?, yo no tengo novio y menos Sergio, que es como un hermano
             - Ahh!, ¿ osea que no es tu novio ?, perdón, yo pense que sí 
             - ¡ Qué va !
             - Es que una chica tan guapa como tú no creía que estuviera soltera.
             - ¿ Guapa ?, jajaja que gracioso eres- en ese instante no sabía donde esconderse,                        este chico del que no conocía de nada la acababa de llamar guapa, no se lo creía-.
             - ¿ Gracioso por qué ?, es la verdad.


Cuando Ana le iba a contestar, el entrenador lo llamó para que saliera a calentar y a jugar. Marcó un gol y se lo dedicó a ella, le dijo para ti vale preciosa. Ana no se lo podía creer, ¿ preciosa ? a ella, que va, se había equivocado pensó, era imposible que un chico como él pensara que ella era preciosa.
Al terminar el partido, Ana salió y espero a su mejor amigo en la salida del campo, se acercó con este chico y le dijo bueno adios, por cierto me llamo Jesús, encantado-. Y ella un poco sonrojada le dijo yo me llamo Ana, lo mismo te digo.
Ella se fue con Sergio, algo pensativa. Pensando que si algún día lo volvería a ver, a este chico que parecía que lo tenía todo, todo lo que Ana buscaba y soñaba sin parar, como cualquier chica de su edad. 
De repente, Jesús se acercó corriendo y le pidió su número de teléfono para poder avisarla del siguiente partido. A Ana le pareció un poco raro ya que Sergio la avisaría pero un sentimiento la invadió en ese instante y no se lo penso y le dio su número de teléfono.
A la noche, le suena el teléfono, era él, era Jesús. No se lo podía creer. Lo cogió y le dijo:
                                - ¡Hola!, Buenas noches, jaja cuanto tiempo
                                - ¡Hola!, Buenas noches, si jaja nos acabamos de ver hace 4 horas                                          nada más.
                                - Ya... pero... se me ha hecho eterno 
                                - ¿Si?,- le preguntó ella muy sorprendida y sonrojada-.
                              - ¡Sí!,- le respondió él también muy sonrojado-. ¡Mira!, que te llamaba                                   para decirte a ver si quieres salir conmigo a dar una vuelta mañana.
                              - ¿Mañana?, claro que sí. A las cuatro en el campo Valeriana, ¿vale?.
                              - ¡Vale!, a las cuatro entonces. Adiós. Hasta mañana
                              - Adiós. Hasta mañana.


Ana seguía sorprendida.
Al día siguiente, se disponía a quedar con Jesús. Salió de su casa. Mientras se iba acercando al campo, la hora de verlo, se iba poniendo más nerviosa. Entonces lo vió allí, sentado, esperandola, vestido con sus mejores vaqueros y camiseta. 
Estaban los dos muy nerviosos pero algo le sucedió a Jesús que quisó sincerarse con ella y le dijo que desde que la había visto, se había enamorado de ella, que no había podido dormir pensando en ella, que nunca había visto a una chica como ella y que no pensaba dejarla escapar y que sabía que ella valía la pena, que no era como las demás y quería estar con ella pasase lo que pasase. Ana no sabía que contestar ante eso, ella sentía exactamente lo mismo pero las palabras no le salían de su boca y no sabía por qué. Jesús le preguntó que si ella quería salir con él y Ana sacó fuerzas de donde no las tenía para responderle lo que más sentía dentro de su corazón, estar con él y le respondió que sí. A él se le iluminó la cara y se besaron. Fue el beso más bonito que le habían dado nunca a Ana. Le recorrieron miles de mariposas en el estómago. 
A los tres meses, después de aquel día tan especial para los dos, seguían juntos, felices, más felices que nunca. 
Una noche, Jesús salió de fiesta y le pasó algo inesperado. Unos chicos que andaban por allí borrachos, lo apuñalaron. Gente que había cerca de allí llamó a la ambulancia pero él se estaba desangrando. Ana cuando se enteró fue corriendo al hospital y pudo hablar con él en sus últimos minutos de vida. Jesús le dijo que lo sentía, que quería que supiera que la amaba muchísimo, más que a ninguna otra y que la iba a cuidar en donde quiera que estuviera y que no se preocupara que él iba a estar bien. Ana no paraba de llorar, estaba perdiendo al amor de su vida delante de ella. Jesús le dió su último beso y un te amo y justo en ese momento, falleció. 
Ana se sentía impotente, sin poder hacer nada. Vió como se iba. No se lo podía creer. Sabía que no iba a encontrar un chico como él, tan especial, que la amara de verdad y la cuidara de esa forma. 
La vida se le había parado a Ana en ese momento, no sabía que hacer, ni que iba a ser de ella después de aquello. Lo recordaba siempre, cada día de su vida, él estaba presente. Ana sabía que su destino era Jesús y que sus almas iban a estar siempre unidas. Un alma que compartían los dos y que jamás dejaría de existir.

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